La Tuna de Derecho de Valladolid durante el paso de los años ha recogido diferentes relatos escritos por tunos y no tunos que hacían mención a nuestra querida institución.
Si tienes algún relato que haga mención a nuestra tuna o te inspiras y quieres escribir algo relacionado con nosotros, no tienes más que mandarnos un mail a tuna@der.uva.es e incluiremos tu relato siempre que no sea ofensivo o tenga unos mínimos de calidad literaria.
LA IMPERIAL, LEGULEYA Y TRASEGADORA TUNA DE DERECHO DE VALLADOLID A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS.
La tuna de Derecho de Valladolid se fundó, aproximadamente, unos 2.500 años a.C., en algún lugar del norte de la Península Ibérica. Aunque los ocho fundadores (Barbas, Caetano, Feligrés, Guaso, Koldo, Patán, Tempranillo y Yogui) ya realizaban diversas actividades desde varios siglos atrás, no fue hasta esta época cuando, con la generalización del uso del bronce en la Península, fueron capaces de construir unos instrumentos musicales que les justificasen como músicos. Pronto adquirieron gran fama en la zona que habitaban, y muy pronto (62 años después) se les unieron Pestañas y Pillo, aprovechando su éxito para moverse a otros lugares donde poder realizar actuaciones con las que dejar atónitos a los primitivos habitantes del planeta, sin duda menos desarrollados intelectualmente que ellos. Con las sucesivas incursiones de los diferentes pueblos que comenzaron a invadir la Península, los tunos hicieron visitas a los lugares de origen de algunas de estas comunidades (las actuales Francia y Bélgica), donde siguieron asombrando al mundo. La aparición de fenicios, griegos y cartagineses enriqueció a este grupo con nuevas formas musicales que supieron adoptar rápidamente. La llegada de los romanos hizo dudar a los tunos entre apoyar a los que hacían frente a la invasión (como el pastor lusitano Viriato, amigo personal de alguno de ellos) o ayudar a los nuevos conquistadores. Apoyados por una abundante generación de jóvenes ilusionados por esta forma de vida (Gominolo, Negao, Paperas, Pernales, Sonrisas y Yogurín) y atraídos por el esplendor cultural que aportaron los romanos, tuvieron buena vista y pronto se ganaron el apoyo de los pretores enviados desde Roma a Hispania. Los romanos consiguieron que la tuna se difundiera con más rapidez por toda Europa, lo que propició un aumento considerable de miembros: Entumido, Guadiana, Ordoño, Patata, Rana y Ostrogodo. La aparición de nuevos asentamientos trajo consigo el nacimiento de otras tunas, como la que apadrinaron en Legio Gemina (actual León). Los tunos comenzaron a viajar con frecuencia a otros conventos jurídicos peninsulares, en especial al Tarraconense, donde participaron por primera vez en un concurso con otras tunas en la localidad de Barbastrum y poco después en Caesaraugusta. También acudieron a las vecinas provincias de las Galias y actuaron en lugares como Tolosum, Lilum o Poitierum. La posterior invasión de los pueblos bárbaros y de los visigodos significó otra buena época para la tuna. Encantados los silingios con los tunos, les invitaron a Dinamarca para que sus compatriotas también pudieran disfrutar de su compañía. En esta época llegaron a la tuna Mortadelo, Panoli y Tierno, y siguieron cosechando éxitos en lugares como Castellón. Por primera vez celebraron una actuación en beneficio de una organización misionera al estilo de la actual Manos Unidas, actuación a la que han vuelto año tras año. No tan agradable para la tuna fue la invasión árabe, ya que este hecho les obligó durante bastante tiempo a ceñirse en sus actuaciones por zonas no dominadas por los moros, participando en certámenes en Santiago y Segovia. Pero no hay mal que por bien no venga y viendo que no podían ser invitados a otros lugares, decidieron invitar ellos a otras tunas, organizando un certamen en Medina del Campo que les sirvió para entablar numerosas amistades con tunos de muy distintas procedencias. Pronto llegó una generación numerosa (Andoni, Humilde, Mondroño, Resignao, Soberano y Tenorio) y apadrinaron a la Tuna de Ciencias de Valladolid. Durante la Edad Media fueron haciendo amistades con los reyes cristianos, lo que trajo favorables consecuencias para la tuna. Con la aparición de las universidades por Europa y aprovechando la buena relación que tenían con Alfonso XI, consiguieron fundar la Universidad de Valladolid, a la que decidieron adscribirse para siempre. Este hecho fue decisivo para el futuro, ya que la Universidad se convirtió en una cantera inagotable de nuevos e ilusionados estudiantes deseosos de unirse a la tuna. Así llegaron Basurillas, Calostrillo, Barrabás, Lefo y Tácito. Esto sirvió para paliar algunas bajas que se iban produciendo; unas motivadas por la proliferación de las Cruzadas y otras por la atracción que significó el descubrimiento de América para tan aventureros muchachos. Aún así, no les fue mal y ciudades tan dispares como El Espinar, Oviedo, Segovia, Agen y Fumel en Francia o Viseu en Portugal tuvieron la suerte de conocer a la Imperial. Punto importante para la tuna fue la unión en la persona de Carlos I de la Corona de España y del Imperio Germánico, en cuya conmemoración se celebró un acto en Estrasburgo a la que fueron invitados, para que gentes de toda Europa conocieran las canciones de la tuna. A raíz de tal éxito, monarcas de todo el continente se rifaban poder contar con los servicios de la tuna, pero la fama no se les subió a la cabeza y siguieron acudiendo a ciudades que siempre habían confiado en ellos, como Viseu, Espinho, El Espinar o Aranda de Duero. Durante esta época de esplendor de España y de la tuna se unieron Burdel, Picapiedra, Piojoso y Pulga. Aunque durante los siguientes siglos la inestabilidad política que vivió España pudo haber perjudicado a la tuna, los pícaros estudiantes supieron buscarse la vida por su cuenta y embarcaron en el ambicioso proyecto de acudir a probar suerte a América. Ciertamente la idea fue feliz, ya que su estancia en Puerto Rico es todavía recordada entre los habitantes de tan lejana isla. Aún así, tampoco les faltó tarea en su tierra, en una época en la que entraron Apandador, Chepa, Dodotis, Comadreja y Soso, triunfando en Ciudad Rodrigo o Burgos. Tras estos compromisos y debido a las buenas relaciones que venían manteniendo durante décadas con la Tuna de Magisterio de Segovia, realizaron un hermanamiento oficial en Valladolid, aunque por la afinidad que profesaban ya se consideraban tunos hermanos desde varias décadas atrás. Este hermanamiento tuvo su refrendo en la ciudad del acueducto 83 años después. El desarrollo industrial y tecnológico del siglo XIX favoreció una vez más la expansión de la tuna, y el crecimiento demográfico trajo consigo un buen número de nuevos tunos: Castrovita, Culebra, Faralas, Filodoro, Megáfono, Botines y Hembra. La popularidad de la Imperial se propagó una vez más fuera de nuestras fronteras, acudiendo a Oporto (Portugal) y a la Isla de Elba (Italia), y en nuestro país a Vitoria y Pamplona, ciudad en donde dejaron un grato recuerdo en el I Certamen Nacional de Tunas de Derecho. Ya en el siglo XX apareció por fin un soporte sonoro que mereciera tener registradas las voces de los tunos, el disco compacto, con lo que el mundo entero tuvo la suerte de poder deleitar sus oídos con tan agradable sonido. El disco dio la vuelta al globo y a la tuna le llovieron invitaciones, aunque sólo pudieron escoger algunas, entre las que destacan sus triunfos en Oporto, Oviedo (donde recogieron tal número de premios que su transporte fue complicado) y Sarlat (Francia). El último miembro en llegar, aprovechando los avances científicos en el campo de la genética ha sido Gorgojo, obtenido artificialmente por clonación, aunque los problemas éticos que estas prácticas conllevan hacen que estos métodos hayan sido descartados para el futuro. Un futuro en el que esperamos que sigan llegando por métodos más naturales numerosos jóvenes deseosos de perpetuar el espíritu trovador, romántico y aventurero de la tuna por los siglos de los siglos.
Faralas,
miembro de la Tuna de Derecho de Valladolid, con admiración a los fundadores de la Imperial.
15 de marzo de 1997 (Xº Aniversario de la Imperial).
Carta Abierta a nuestro público
MUSICA, PUELLAE, VINUMQUE CORDA LAETIFICANT
Estoy convencido de que los ocho incautos que se reunieron aquella tarde del 15 de marzo de 1987 no tenían la menor idea de lo que iba a llegar a significar la Imperial, Leguleya y Trasegadora Tuna de Derecho de Valladolid.
Desde aquel entonces más de 80 personas han formado parte de nuestra historia para que hoy, unidas las nuevas y las viejas generaciones, podamos afirmar con orgullo que somos una de las Tunas más activas y dinámicas. Hasta la dulce ronda de ayer por la noche, esta travesía está jalonada por infinitos momentos entrañables y especiales: la primera actuación en el aula Lardizábal, el hermanamiento de Valladolid con Lille, la exclusiva invitación del Parlamento europeo, los parches en el “infierno” de Ataquines, las rondas a los Colegios Mayores, las bodas de más de uno (¡sigh!), las aventuras de Sarlat, de Polonia, de Marruecos, de Cuba, de Puerto Rico… y también las de Las Delicias, Pajarillos y La Rondilla, un leguleyo sobrevolando los Polos, aquel pasacalles espontáneo ante miles de atónitos murcianos, el Certamen de Medina, los bautizos en el Pisuerga, las canciones a la luz de la luna o del sol de la mañana… Y podríamos hablar de Certámenes. Primeros Premios van 8, Segundos ya son 7, más simpática y más tuna contamos con 11, la pandereta llegó 10 veces, la bandera 4, y el solista 5, …en total 54 premios adornan nuestra sala. Como veis, de todo ha habido un poco, y de diversión, siempre. Para nuestra historia es fundamental hablar del apadrinamiento de la Tuna de Veterinaria de León; también de todos los amigos de las tunas de Valladolid, Palencia, Zaragoza, Huelva, Asturias, Vitoria, Portugal, … Ellos saben quiénes son. Pero sobre todo es un lujo y un orgullo estar hermanados con esas dos grandes Tunas que son Magisterio de Segovia y Derecho de Oviedo. ¡Que sea para siempre! Todos estos y muchos más son los pedacitos que forman nuestro corazón, nuestra alma, nuestra historia, nuestra vida. Con nuestro disco, grabado en directo, marcamos un hito más en esta aventura que nunca dejaremos acabar. Nunca pretendimos más que disfrutar y hacer disfrutar, comunicarnos con nuestra música y llegar a los demás sin virtuosismos y sin otra aspiración que demostrar lo felices que hemos sido con algo tan sencillo como es vivir la Tuna; les aseguro que ha merecido la pena..
(escrito insertado en el libreto de nuestro cd, año 2000)
Antiguo Maestre de la Tuna de Derecho de Valladolid (99/00)
Allá por donde vayáis, a todo el mundo advertid:
La mejor tuna del mundo, Derecho, Valladolid.
MI RELACIÓN CON LA TUNA
EN CUATRO TIEMPOS
1. El coscorrón y el flechazo
Mi primer contacto con la tuna, allá en los años mozos, fue más bien agridulce.
Agri: por el golpe que me di.
Dulce: porque aquello me gustó muchísimo.
Paso a contaros.
Era verano. La Tuna venía a rondar a mi hermana y sus amigas. Nadie me había dado vela en ese entierro porque yo solo tenía trece años, y estaba dormida. No tan dormida. De pronto, me despertaron alegres músicas y canciones rompiendo la noche. ¡Claro! Me levanté como un cohete en aquella casa antigua con camas antiguas que, en vez de tener cuatro esquinitas tiene mi cama – cuatro angelitos me la guardan, tenían cuatro columnas en las cuatro esquinitas.
Desorientada y a oscuras, me estampané contra una columna y todas las estrellas del universo mundo se colaron en mi cuarto. Cuando por fin conseguí llegar al balcón, el espectáculo me fascinó tanto que me enamoré de todos los tunos; evidentemente fue un amor no correspondido pues yo era una adolescente desmañada y, encima, con un gran chichón en la frente. 2. El tiempo didáctico Vallisoletana, sal a tu balcón, sal a tu balcón que te estoy rondando Había dejado atrás la adolescencia y había llegado el tiempo del coqueteo y la ronda. Ahora me rondaban a mí y esto era tremendamente importante. Más tarde, me fui a Francia para dar clases de español en un colegio. Yo tenía el convencimiento de que La Tuna era algo tan nuestro como los toros y las sevillanas por lo que preparé unas lecciones sobre el tema, intercalando audiciones con los discos que me había llevado de España ¡Amigo! Destroné a la Piaf, a Aznavour, a GilbertBecaud…. Por los patios de aquel brumoso Institut de Saint Dominique solo se oía: Triste y sola, sola se queda Fonseca Clavelitos, clavelitos, clavelitos de mi corazón Etc, etc, etc. Aquello gustaba a mis alumnas mucho más que D. Quijote o las rimas de Bécquer. Me volví tan popular que me llovieron las clases particulares; así, no tenía ni un minuto libre, pero con los francos que gané me fui a Italia de vacaciones. Puede muy bien decirse que me “parcheé” un viaje y que aquellas gloriosas vacaciones se las debo a La Tuna. 3. El período de producción A simple vista parece que este tiempo no tiene nada que ver con La Tuna. Pero sí, ya lo veréis. Me había casado con un cantante; no era un cantante de profesión, aunque sí de devoción, y cantaba muy bien. Empezaron a nacer alternativamente niños y niñas mientras nos hacíamos con amigos también alegres y también cantantes; cuando no discutíamos sobre lo divino y lo humano, cantábamos hasta la salida del sol. En casa, en el coche, en las excursiones, sonaban continuamente los Panchos, los Chalchaleros, Mercedes Sosa, Jarcha, Gauchos 4, María Dolores Pradera, Cafrune, los de Palacagüina…. Y muchos más. Los niños son como esponjas absorbiendo todo lo que les rodea, y así fue como aquellos niños absorbieron la música y la alegría de vivir. Fueron creciendo cada año un poquito hasta que un día me di cuenta de que había parido a cuatro tunos: Patán, Yogurín, Piojoso y Último ¡Quién me lo iba a decir a mí aquel día en que vi las estrellas! 4. La tormenta y el arco iris Patán, con esa pasión que pone en todo lo que le gusta hacer, se entregó tanto a La Tuna que consiguió abrir en casa la caja de los truenos: – ¿Y los libros? – ¿Y los exámenes? – ¿Qué horas son estas de llegar? – ¿Qué va a ser de ti el día de mañana? …………………………………………………. Era el mayor. Era el rebelde. Necesitaba romper el cordón umbilical. Mi larga y amorosa relación con esa peculiar agrupación estudiantil llamada Tuna estuvo a punto de hacerse añicos. Creo que hasta la odié. Había tormenta. Pero no creáis que a Yogurín, Piojoso y Último les asustaron los truenos. Sabedores ellos de que después de la lluvia suele salir el sol, se fueron apuntando a La Tuna con aparente timidez y mucha mano izquierda: el traje se lo compraban con sus ahorros, los escudos se los cosían ellos mismos, salían de puntillas sin hacer mucho ruido…. Mientras tanto, su padre y yo cuchicheábamos en secreto: – Pues son buenos chicos. – Parece que algo estudian. – Al fin y al cabo, los tunos tienen su código de conducta. – Al fin y al cabo, mientras tocan la guitarra no hacen otras cosas. – Y sobre todo ¡Qué gusto da oírles cantar! Estaba saliendo el sol. Cuando yo les veía marchar por el pasillo de casa con sus capas al viento y sus cintas multicolores como un arco iris en desorden, sentía muy dentro un puntito de orgullo, y me daban ganas de gritar: ¡Aúpa Tuna! Dalila – Pancho – Koldo – Gominolo – Pernales – Patata – Mortadelo – Ojete – Castrovita – Tácito – Basurillas – Lekio – Comadreja – y todos los tunos que resulta imposible enumerar; estas apresuradas líneas no van solo dedicadas a mis hijos, sino a todos vosotros. Insisto: ¡Aúpa Tuna!
Belén Sáez Vera
Valladolid, 16 de enero de 2002.
HISTORIA DE CÓMO “EL TIERNO” FUE HECHO TUNO VETERANO, DE LAS CIRCUNSTANCIAS EN LAS QUE SE VIO ENVUELTO Y DE CÓMO SE DESENVOLVIÓ EN ELLAS.
A mí memoria vienen agora recuerdos imborrables del mi bautizo tunero como veterano de la Imperial de Derecho. Había yo iniciado mis estudios como leguleyo en la noble villa de Valladolid-que en otros tiempos fuera capital del Imperio Hispano, y que hoy se conformaba con presidir los dominios del reino Castellano-leonés-, y ya llevaba yo dentro de mí las ansias y el germen de la trova y la juglaresca y la picaresca de aquellos primeros sopistas, que sólo portando el arma de su elocuencia y oratoria, y no menos sus músicas y cantares, eran capaces de subsistir y ganarse la vida allá por donde fueran. Al entrar en la Universidad y siendo ya escolar no me rondaba en la cabeza el cómo aprobaría las pruebas y exámenes que doctos catedráticos y no menos doctos profesores habrían de ponerme, ni tan siquiera el cómo podría conquistar tan bellas damas leguleyas, sino que mi pensamiento era el cómo podría yo formar parte de ese grupo de músicos galanes y trasnochadores, al que llamaban “tuna”. Mi padre había sido tunero en su mocedad y ya conocía algo de esa sociedad de estudiantes enfundados en negro traje, capa incluída. Y al poco, decidíame a manifestar al maestre de la misma, al que llamaban Patán, mis deseos de ser miembro de aquella tuna. Era Patán un tuno elegante y afable, más diestro en el manejo de la espada de la lengua que en el propio manejo de los libros de leyes. Estaba sobrado de algún kilo de peso, pero ello era debido, seguramente, a toda la experiencia y gravedad que portaba tras sus muchos años en la Imperial de Derecho. No pensaba yo que este fuera el momento de narrar todas las andanzas, aventuras y desventuras de mi tiempo -breve, por cierto- como ladilla, o como novato, sino de contar lo que acaeció aquel Viernes, diecinueve de abril del año de gracia de mil novecientos noventa y uno. La víspera de aquella fecha, habiendo caído la noche lóbrega y oscura, sobre la villa vallisoletana, fui convocado al sórdido habitáculo en los sótanos de la facultad leguleya, en donde la tuna reuníase para ensayos y otros menesteres que agora no vienen al caso. Sentado en el centro de la sala, fuime rodeado por toda la asamblea de veteranos, que comenzaron a facerme preguntas muy variadas y de forma muy insistente. Habían aprobado que sería miembro veterano de la tuna, si cumplía determinadas pruebas y requisitos, demostrando mi pericia y merecimiento para ser un miembro veterano. Quedaba convocado al día siguiente, a las cuatro de la tarde en el parque que llaman el Campo Grande, para después marchar a la facultad y proceder a toda la liturgia necesaria para tal evento. Esa noche pareciome eterna. Noche de vela de armas, de encomiendas a casi todos los santos-Josemaría Escrivá todavía no lo era-, y de preparativos y congojas. Sabíame que era el momento decisivo y que no podía errar en esta empresa, tan excelsa y magna como nadie podía imaginar. A la mañana siguiente, el sol salió como de costumbre, y siendo ya abril, corría un cierto airecillo, que hacía presagiar una temperatura del agua del bautizo, no demasiado cálida. A las cuatro de la tarde, puesto en mi traje de tuno, me hallé en el Campo Grande. Los rostros de los veteranos, con cierta sonrisa cuasi malévola, pero con mirada de madre e incluso de abuela, hacían mezclarse en mí toda una gama de sentimientos, uno de ellos fuera marcharme corriendo de aquel lugar con tal presteza que nunca sería atrapado. Pero por otro lado, un orgullo interno de querer ser uno más de forma definitiva de esos pícaros estudiantes. En pasacalles alegre y estudiantil, la tuna dirigiose entonando alegres trovas hacia la fuente de la Fama, del mismo Campo Grande. Cual reo camino del patíbulo, iba consciente del tipo de ejecución que me esperaba. La tuna, tañía hermosos pasodobles y al igual que el célebre flautista de Hamelin, le seguía un séquito numeroso de ratas-hembras, deseosas de contemplar el espectáculo que iba a acontecer. Despojado de mis vestidos de tuno, acabé por encontrarme casi desnudo, con un tanga rojo que apenas tapaba mis vergüenzas, empequeñecidas por la situación del momento. Como apunte, diría que el tanga rojo no es costumbre en mi vestuario, pero era requisito sine qua non de aquella celebración. Tras varias vueltas a la Fuente, no recuerdo cuántas, bailando los Pajaritos y otras danzas similares, los tunos veteranos dejaron sus instrumentos y enseres a buen recaudo, y llenaronse las manos de huevos frescos y paquetes de un polvo blanco que llaman harina. El gentío abarrotaba los alrededores de la fuente. Recuerdo incluso algunas familias con sus niños pequeños, ya se sabe que estos actos académicos y ejemplarizantes son para todos los públicos. Incluso un buen número de hembras disparaban sus cámaras de fotos con cierta obsesión, y entrando en mí mismo me preguntaba si mi tanga rojo tendría algo que ver con tanto anhelo de recuerdo gráfico… Arrodillado y abrumado, mi padrino, el Panoli, dirigióse hacia mí. Era el Panoli otro miembro veterano de aquella Tuna, y había sido mi padre, madre y hermano tunero en todo el tiempo de novatez que viví. Hombre diestro en el manejo de los diferentes instrumentos ….. musicales y dotado de una gracia y de un porte, tan grácil y fino, que diríase que no era de este mundo. No podía ser otro el encargado de explotarme en la cabeza el primer huevo de la tanda. Al instante, y a la vez que con una mano extendía la clara y la yema por mis cabellos, con la otra, vertíame un paquete de harina al completo. Tras esto, vació en mí una botella entera de vino, que a la postre descubrí que era de Savín, y quedé decepcionado, pues para tal momento, hubiera querido que se derramara sobre mí un vino de más calidad. Era el momento de que comenzara el fusilamiento por parte de todos los miembros de la Imperial. Sólo, en medio de aquel griterío femenino, embadurnado con huevo, harina y vino, comencé a recibir los impactos y estallidos de un sinfín de huevos, que me eran lanzados sobre mi desnudo cuerpo. Tras lo cual, se me rocío con un buen número de paquetes de harina. Mi compañero novato, El Lefo, con quien entré en la tuna, mirábame con deseos de ser él el fusilado, añorando ese momento, que tendría que esperar todavía un tiempo mayor, pues cada natura necesita su tiempo para desarrollar sus dones y gracias… Corría el vino de boca en boca entre los tunantes, y comenzaron a entonar graciosas canciones, mientras dábame un baño en el agua de la histórica fuente. No me quedaba mucho tiempo, pues tenía que cambiarme presto y dirigirme a la facultad leguleya, para el acto decisivo el día de mi bautizo: la imposición de la roja beca sobre mis hombros. Llegué al aula magna de la facultad. El dicho aula estaba repleta. No cabía una alma. Ciertamente, el público femenino era superior en número, cosa que nos alegraba a los tunantes. En primera línea, algunos profesores como Marío Vedera y algunos más. También hallábase presente el ilustre etnógrafo el señor Joaquín Díaz, que portaba una gran barba, que le hacía más distinguido si cabía, con unas elegantes lentes. Ese día, diecinueve de abril de mil novencientos noventa y uno, habría de recibir el nombramiento de Tuno de Honor por parte de esta leguleya tuna. ¡Qué caprichosos juegos del destino! Mi vida quedaría unida a la del maestre Joaquín Díaz, por recibir los dos el mismo día y casi a la misma hora, tan distinguido reconocimiento en forma de beca del color de la pasión y del amor, del vino y de la sangre: el rojo. Tras entrada musical, el maestre Patán dirigió al público unas jocosas y emotivas palabras a las que el mismo respondió con aplausos y risas. En medio de aquesta emoción sin igual, fui presentado al gentío enloquecido y alterado, como hiciera Pilato con Barrabás en Jerusalén hace ya muchos cientos de años. Para ser digno de mi bautizo como veterano, debía cumplir las pruebas e ingenios que me había solicitado la Asamblea la noche antes. Lo primero, fue traer una señal de tráfico. Allí la llevé, que ¡diantres y demonios lo que pesaba! Recuerdo con nostalgia que era un Stop, y que la localicé en unas obras la noche anterior, con la ayuda inestimable de mi señor padre, que sin embargo, no estaba de acuerdo en que hubiera sido un stop, y hubiera preferido una señal menos importante. La siguiente prueba fue atar con una larga soga, al menos a 20 mancebas del público, con un minuto de tiempo. Estaban las doncellas de la sala un poco gélidas al inicio, y tuve que acercarme a ellas y quasi empujarlas a la tarima. Tras atarlas convenientemente, pensaba que sería botín merecido para después del acto, pero algún veterano las liberó de sus ataduras. Después, tuve que bailar un pasodoble con doña Begoña, mi querida y preciada madrina, mientras comíamos los dos un plátano, cada extremo del mismo en nuestras respectivas bocas, sin tocarlo con las manos. Como demostramos nuestra destreza y habilidad, dionos el Patán otro plátano, con lo que mi apreciada Begoña, estuvo a punto de ahogarse con tanto meneo del pasodoble. Finalmente, debía de traer un retrete. Costome mucho encontrarlo, pues busqué por casi todos los basureros de la ciudad, hasta que hallé lo que buscaba: un precioso retrete blanco-descubrí que era blanco cuando lo limpié- de la marca Rocca. Sentado en él, dirigí un soneto al entregado público: Soneto a la almeja del río Duero, mi almeja castellana Por su sabor y aroma yo me muero, y de su carne tierna y exquisita, aunque sólo parezca una cosita, ¡qué cosa rica es la almeja del Duero! En probarla siempre soy el primero ya que me gusta cruda o en su salsita, cuando abriéndola estoy, ella se excita, pues sabe que al hacerlo soy certero. Acercándola más tarde a mi boca, su carne el más veloz juguillo emana cuando dicha almeja mis labios toca. Sin ser loca y menos casquivana, sabed que al chuparla se vuelve loca ¡y que viva la almeja castellana! Los aplausos, griteríos y éxtasis del público, eran la confirmación de que ya era merecedor de la beca roja de veterano. Arrodillado, con emoción profunda, y ante un silencio sepulcral, mi padrino el Panoli, también con emoción, colocome la beca sobre mis hombros. ¡Ya era un miembro veterano de la Imperial, Leguleya y Trasegadora tuna de la facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid! Uno por uno, fui fundiéndome en un abrazo con todos los hermanos tunos. Mis padres, en el público, aplaudían emocionados, y las hembras del lugar gritaban su entrega incondicional. Todo eran albricias y jerigonzas. Invitaronme a colocarme en la primera línea entre el Patán y el Panoli y trovamos bellas y eternas canciones como Tuna de Derecho o Imágenes de Ayer, sonando como nunca lo habían hecho antes: las guitarras moriscas, los laudes y bandurrias, el cuatro venezolano, el charango, la pandereta…., la bandera danzaba al viento con una elegancia inusitada al ritmo y compás de los vuelos de las cintas de mil y un colores de todas las capas y las voces de los Imperiales llegaban al alma de todas las gentes allí presentes. Lo que no recuerdo es el destino de una botella de whisky con que obsequié a toda la tuna, que al terminar la actuación en aquella Aula, había desaparecido, cual hechizo mágico… Recuerdo imborrable, imperecedero, eterno. Sonrisas, Mortadelo, Negao, Guadiana, Patata, Rana, Barbas, Koldo, Yogurín, Patán, Panoli, Gominolo, Pestañas, Hinojosa… los novatos que vivieron aquel magno acontecimiento: Lefo, Calostrillo, Basurillas, Soberano, Andoni, Tenorio, Luis Mariano… seguramente me olvido nombres… pero este tuno no puede olvidarse nunca de aquel día con su noche, en la que los figones, tabernas y mesones de la ciudad se quedaron cortos para tantas ansias de celebración y chanza. Plugo pues me disculpe, a quien lea esta historia y habiendo estado presente, no haya sido nombrado por mi torpe pluma. Que vuesas mercedes hayan disfrutado con esta narración, real y verídica, con la que doy fe de ello, y que recuerden que hay cosas que sólo pasan una vez en la vida, y que conviene guardar, recordar y narrar, para edificación y enseñanza de futuras generaciones de tunos, caballeros errantes, trovadores y juglares. ¡Favor a la tuna! ¡Favor al Rey! ¡Viva la Universidad!
El Tierno
(campeón del “PRIMER CERTAMEN INTERNACIONAL RELATOS CORTOS DEL BUEN TUNAR» Valencia 2010)
Cantar de la mi Tuna
En el año 1992 de nuestra era, año de grato recuerdo para España, nuestra Imperial, Leguleya y Trasegadora cumplía cinco años desde su fundación. Para conmemorar dicho evento “El Pernales” compuso el siguiente poema, en el que se cuenta la historia y vivencias de esos primeros cinco años, así como las celebraciones y festejos que se prepararon para ello …
CANTAR DE LA MI TUNA
que folla con goma plástica
nuestra Tuna de Derecho
celebra hoy su onomástica.
Y aún siendo tunos gallardos
legendarios y de acción
sí que nos ha sorprendido
toda la celebración.
Ya que para bien honrarnos
por ser ya tunos añejos
el Gobierno ha organizado
grandes fiestas y festejos.
Y así, nos han dedicado
una Expo universal
unos juegos de verano
y hasta un Madrid cultural.
Una pega: se equivocan.
Dicen: Quinto centenario
seamos modestos; es quinto
pero sólo aniversario.
Y aunque al principio quisimos
ese detalle aclarar
ya habían hecho los carteles
… y lo dejaron estar.
Pero hablemos de la historia
y así os habré relatado
desde el día en que se fundó
nuestro glorioso pasado.
Fue una mañana fría
en el año ochenta y siete
nos fundaron Salva Núñez
y el Caetano (un amiguete).
Y se unieron enseguida
el Patán, el Tempranilo,
Pestañas, Koldo, Jorgina,
el Guaso, el Barbas y el Pillo.
Y aunque no estaban capados
ni las tenían pellejas
y eran sanos y lozanos
llamábanlos “Capas Viejas”.
Fue una tarea difícil
que la Tuna echase a andar
¿El primer parche?¡En un chino!
y hasta un puesto en Villalar.
La Universidad, la Junta,
acaldes, Diputación …
todas partes recorrían
buscando una subvención.
y logró consolidar
y ya los primeros nuevos
empezaron a llegar.
Y así apareció el Negao,
Sonrisas, Pernales, Rana,
el Patata, el Entumido,
el Yogurín y el Guadiana.
Y un raro ser prodigioso
¡Cada día engordaba un kilo!
le llamaron Gominolo
y más tarde Gordopilo.
Ahora hay más veteranos:
El Mortadelo, el Panoli,
Humilde, Tenorio, Tierno,
el Soberano y Andoni.
Y Luis Mariano y Mondroño,
Calostrillo y Basurilla
(Este último con record
de tiempo siendo ladilla).
Emprendimos largos viajes
e hicimos grandes progresos
y logramos diversos premios
en muy diversos congresos:
La simpatía en Barbastro
el brindis en Castellón
premio especial en Segovia
y en Río Esgueva el copón.
De Zaragoza: invitada
De El Espinar: la primera
en Miranda otro trofeo
y en Santiago la bandera.
Y hemos logrado hace poco
consumar nuestra ilusión
y el certamen de Medina
tuvo el mejor anfitrión.
Podría contaros más cosas
mas la memoria no alcanza
la tinta se me termina
y la inspiración se cansa.
Mas permitidme un consejo
de algo que tengo seguro
al recordar el pasado
y al enfrentar el futuro.
Por doquiera que vayáis
a todo el mundo advertid
¿La mejor tuna del mundo?
DERECHO. VALLADOLID
Pernales
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(Esta poesía está dedicada a todos los tunos que fueron, son y serán en esta tuna, y con especial cariño a Fernando Nogués)